Si no somos normales, seamos raros juntos
A nadie sorprendería que se considere "normal" no defender, mientras flagrantemente ocultamos lo que somos, para que los demás puedan sentirse a su gusto sin fricciones, como dije antes, evitándoles la tarea de tolerar. Al "llevar la fiesta en paz", también caemos en el abismo de no tolerar en nosotros los aspectos que los demás no abrazan; vaya golpe a la autoestima el momento en que uno mismo empieza a juzgarse en las críticas ajenas y se cuestiona "¿porque soy así?", "No me gusta este aspecto de mí [por dar pie a la crítica]".
Y aquí es donde empiezo yo a racionar en el azar, ¿Acaso si es suerte, lo que se avecina?.
Coincidentemente, una/un desconocid@, incluso grupos completos de personas, de la nada se presenta ante nosotros y en la casualidad, fluyen trivialidades con la mera intención de romper el silencio incómodo. Si se prestan las condiciones, se avanza hasta el punto en que lo irrelevante se alza gritando por atención, abriendo pista a la curiosidad. La magia sucede entonces, mientras de nuestra boca salen los tesoros sepultados en la timidez.
Con duda pero sin tropiezos, el foro se entera de tu esencia desnuda: "me gusta hacer casas para hormigas en situación de calle", "mi bebida favorita es vinagre con cebollas", "Todo lo que trato de reparar termina peor, pero me hace feliz", entre otras improbabilidades. Como si un gran juego de ping pong sucediera, todo vaya aún mejor y nuestros interlocutores dirán sus perlas culposas y en la diversidad, la verdadera apertura y la sincera tolerancia, de pronto nos damos cuenta que anularnos socialmente, tiene algo muy sombrío y egoísta detrás de cada prejuicio de otros, y que la línea entre "permitirnos" ceder y "permitirles" juzgar, es convenientemente flexible para quién diga la primer opinión y rígida en exceso para quién busque detener ese tren.
Entonces el punto no es "llevar la fiesta en paz", solo encontrar a las personas que de forma, nada sorpresiva, estaban igual de segmentadas como uno mismo, y que tenían lo que parecíamos no encontrar ni necesitar: fidelidad a si mismos, tanta, que sean capaces de abrazar la fidelidad que nosotros nos podemos dar para siempre ser quienes en verdad somos, sin caretas, sin miedos.
Te regalo estas flores marchitas
Decía Charles Baudelaire en Las flores del mal, " yo soy un viejo gabinete lleno de rosas marchitas"; siento que es una buena descripción que engloba a todas las personas (además de "todos somos niños heridos"). Todas las peculiaridades ocultas y medio oxidadas con las que nos sentimos no estar listos para el mundo.
¿Cuál es la lógica?, ¿porque esta separación innecesaria de quiénes nos aprecian pero a la vez nos detienen en el impulso, mientras quién se quiere dejar sorprender en realidad, de ver nuestra capacidad de llegar lejos, está perdido en el recóndito mundo?. Por mucho que lo pienso, solo encuentro líneas apuntando a cuán común es ver como se nos enseña desde la niñez a distinguir, a rechazar y buscar la aceptación... buscar. Ahora suena más fuerte la palabra, ¿no?. La lección que se aprende del despropósito de buscar y ser alienado de la "normalidad", es presenciar la gran suerte de ser encontrado por la aceptación. Sí, resultó que no esta perdido el nicho en que se te aprecia, te esta buscando a ti y la llave es dejarte alcanzar.
Que la suerte nos llegue, nos sonría y nos acompañe... acompañe ¡bien!, en las mejores de las aventuras, como un impulso y no un contrapeso. Seamos felices a sabiendas que somos interesantes también, por nuestras flores marchitas.
Gracias por leerme
¡Bytes!
No hay comentarios.:
Publicar un comentario