martes, 25 de octubre de 2022

Esto es lo que soy...

¿Dónde estuviste toda mi vida?, decía alguna vez, alguien; en la emoción de compartir su pensar acerca de lo que en su mente pasaba, al conocer a una persona que le parecía destacablemente accesible a recibir sus palabras, abierta a no juzgar sus espontaneidades, sus ideas mas concienzudas o sus mas punzantes temores o alegrías.
 
       Ese alguien, se sentía sorprendido de que un semejante se posicionara en un nivel de igualdad en el que no había protagonismos ni falso interés. "Cuánta suerte", recuerdo que usó como etiqueta al fortuito evento, en cierto punto de la conversación.
 
        Hoy quiero exponer al ojo crítico a todo aquel presunto suertudo, que se permitió mostrar su personalidad más honesta, en la debatible pero positiva, presencia de la audiencia adecuada. Bienvenidos al baile de las apariencias, el mejor de todos; ese baile en que todas las caretas caen por una alegre mueca de sorpresa.        
 

Encarcelado en la timidez
 
      Las apariencias, caretas sociales, jugar un personaje entre los que nos rodean; son efecto de nuestra capacidad de adaptación y engloban las reglas bajo las que usaremos o no, una serie de habilidades y grado de seriedad en el comportamiento a mostrar. Vaya, que tú como hijo, no eres igual que como estudiante, ni como empleado o como amigo.

Nos fragmentamos con tanta normalidad que no lo percibimos siempre; esto propicia el abrazar dinámicamente una personalidad adecuada al momento, pero quizás, esta dinámica es poco amigable con nuestra verdadera esencia. Por puñados de timidez en ocasiones vamos sepultando lo que somos, por "convivir" con los demás.

Así de pronto, ya no querías salir a reír a carcajadas de las tonterías de tus amigos, porque ese giro a la rutina, fue normalizado a una causa justificante de inseguridades, reproches, sobre protección e incertidumbres.
 
¿Que tal con tu trabajo?, ese de horarios incomprensibles que tantas críticas y presión en pos de que abandones a generado. Ese que te da una gran satisfacción, pero que no llena el gusto ajeno, o en otro contexto; ese trabajo que no puedes lanzarte a buscar, porque la voz del pueblo dicta que no corresponde a tu género, a las costumbres arraigadas, a la dinámica familiar o a que sea necesario que te desarrolles en una profesión, según los detractores.
 
Las risas estruendosas y la antipatía por convicción, ese comodisímo pantalón gastado y el detallado estilo con el que robas las miradas elegantemente, suelen ser también campos de tiro abiertos al público, y entre el público mas de una vez hay alguien que apreciamos y que queremos evitar el desgaste de tolerar.
 
Voces muy cercanas, frecuentes y queridas, hacen de estos escenarios un atropello de muchos de los mejores aspectos que podemos aportar como personas al mundo; entonces, mejor callamos, mejor no hacemos, mejor no somos.



Si no somos normales, seamos raros juntos

       A nadie sorprendería que se considere "normal" no defender, mientras flagrantemente ocultamos lo que somos, para que los demás puedan sentirse a su gusto sin fricciones, como dije antes, evitándoles la tarea de tolerar. Al "llevar la fiesta en paz", también caemos en el abismo de no tolerar en nosotros los aspectos que los demás no abrazan; vaya golpe a la autoestima el momento en que uno mismo empieza a juzgarse en las críticas ajenas y se cuestiona "¿porque soy así?", "No me gusta este aspecto de mí [por dar pie a la crítica]".

Y aquí es donde empiezo yo a racionar en el azar,  ¿Acaso si es suerte, lo que se avecina?.

Coincidentemente, una/un desconocid@, incluso grupos completos de personas, de la nada se presenta ante nosotros y en la casualidad, fluyen trivialidades con la mera intención de romper el silencio incómodo. Si se prestan las condiciones, se avanza hasta el punto en que lo irrelevante se alza gritando por atención, abriendo pista a la curiosidad. La magia sucede entonces, mientras de nuestra boca salen los tesoros sepultados en la timidez. 

Con duda pero sin tropiezos, el foro se entera de tu esencia desnuda: "me gusta hacer casas para hormigas en situación de calle", "mi bebida favorita es vinagre con cebollas", "Todo lo que trato de reparar termina peor, pero me hace feliz", entre otras improbabilidades. Como si un gran juego de ping pong sucediera, todo vaya aún mejor y nuestros interlocutores dirán sus perlas culposas y en la diversidad, la verdadera apertura y la sincera tolerancia, de pronto nos damos cuenta que anularnos socialmente, tiene algo muy sombrío y egoísta detrás de cada prejuicio de otros, y que la línea entre "permitirnos" ceder y "permitirles" juzgar, es convenientemente flexible para quién diga la primer opinión y rígida en exceso para quién busque detener ese tren.

Entonces el punto no es "llevar la fiesta en paz", solo encontrar a las personas que de forma, nada sorpresiva, estaban igual de segmentadas como uno mismo, y que tenían lo que parecíamos no encontrar ni necesitar: fidelidad a si mismos, tanta, que sean capaces de abrazar la fidelidad que nosotros nos podemos dar para siempre ser quienes en verdad somos, sin caretas, sin miedos.










 

 Te regalo estas flores marchitas

         Decía Charles Baudelaire en Las flores del mal, " yo soy un viejo gabinete lleno de rosas marchitas"; siento que es una buena descripción que engloba a todas las personas (además de "todos somos niños heridos"). Todas las peculiaridades ocultas y medio oxidadas con las que nos sentimos no estar listos para el mundo. 

¿Cuál es la lógica?, ¿porque esta separación innecesaria de quiénes nos aprecian pero a la vez nos detienen en el impulso, mientras quién se quiere dejar sorprender en realidad, de ver nuestra capacidad de llegar lejos, está perdido en el recóndito mundo?. Por mucho que lo pienso, solo encuentro líneas apuntando a cuán común es ver como se nos enseña desde la niñez a distinguir, a rechazar y buscar la aceptación... buscar. Ahora suena más fuerte la palabra, ¿no?. La lección que se aprende del despropósito de buscar y ser alienado de la "normalidad", es presenciar la gran suerte de ser encontrado por la aceptación. Sí, resultó que no esta perdido el nicho en que se te aprecia, te esta buscando a ti y la llave es dejarte alcanzar.

 

Que la suerte nos llegue, nos sonría y nos acompañe... acompañe ¡bien!, en las mejores de las aventuras, como un impulso y no un contrapeso. Seamos felices a sabiendas que somos interesantes también, por nuestras flores marchitas.

 

 

Gracias por leerme

¡Bytes!     




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