domingo, 4 de septiembre de 2022

Confiar mientras se pisa en una nube

Un gran destello cegador; creo que es un buen comienzo para definir en ideas algo que quizás me sería mucho mas sencillo darle vueltas en una prosa llena de imaginación sin orden ni sentido. La razón no engaña y los sentimientos pueden hacerlo, así que hay que darle su espacio a la mente sobre el sentir. Es un buen momento de sentarse en el piso y ver desde allí que pasa cuando después de luchar contra retos de vida, cuál caminar en carbones incandescentes; sin querer, encontramos por sorpresa con un respiro que nadie pidió, lo cuál es bueno, ¿verdad?. El problema implícito de las sorpresas es que nadie las espera y la reacción no siempre esta en nuestro control inmediato.

Las capas que nos cubren

      La vida es un conjunto de situaciones que deben irse afrontando, aprender y avanzar en la mejor dirección posible, que no diría a la felicidad, al ser una meta subjetiva y aunque positiva, es bastante incontrolable y contemplativa. Dejaré un instante fuera a la felicidad de esto, pero no olvidada, que ya habrá oportunidad de que tome su rol.

Retomando, ¿que tal si la meta es mas cercana a la realidad objetiva?, digamos, la paz personal. ¿Que nos permite ir en calma y respirar, avanzar en nuestros planes y sentir que todo estará bien?.

No somos santos, pues cometemos errores y solo es seguro que fallaremos una y otra vez. Seres sociables al final, estamos a expensas de los demás, por lo que aún cuando caminemos con la bandera de las mejores intenciones y nuestra disposición a mejorar sin lastimar, no siempre las personas al rededor verán comunitariamente. Sí, es una verdad innegable que siempre es más fácil ver solo por el interés, la satisfacción o la necesidad personal; que de tanto caer y caer en situaciones con personas así, aprendemos a protegernos para no ser lastimados; a ocultarnos en capas funcionales que nos den la fuerza de ir solo soportando los embates.

La luz en la oscuridad

      ¿Que pasa si te metes bajo una gran serie de cobertores?, de pronto la luz no llegará y quizás sobre arropado no debamos temer a la fuerza de un golpe, porque se amortiguará seguramente. Suena bien en algunas ocasiones, pero ¿y si ya no se sale de bajo la penumbra?, nuestros ojos dejan de ver que además del peligro podría haber algo más, enceguecidos ya no se percibe si hay algo mejor.
 
Aquí empieza el escenario idealista, donde se juntan por suerte las circunstancias y la sorpresa de algo bueno, se deja ver como la luz en la oscuridad; pero pesará la profundidad de las capas, ¿porqué confiar en esa luz que solo hace doler los ojos y amenaza con hacernos salir de la aparente seguridad que tanto ha costado establecer?.

Dolor de crecimiento

      Muchas personas increíbles se han perdido en la confusión y no es sorpresa; si tanto tiempo se les apoyó en generar capas y capas donde ocultarse, no puedes un día pedirles que salgan de ellas a pesar de poderles mostrar que están a salvo. ¿Es un mensaje muy fuerte, no?, solo decir "baja la guardia", que en el mundo hemos pasado lústros o décadas haciendo que se deseé jamas dejar los guantes en alto para no ingenuamente ser impactado fortuitamente una vez más.

Crecemos aprendiendo a defender nuestro espacio celosamente, mas no nos enseñan a abrir un poco de lugar para dejar de sentirnos inseguros. Decisiones se deben de tomar entonces, una es preferir no conectar humanamente lo cuál es simple a un costo muy alto. Otra alternativa, es soportar un poco el dolor de crecer y dejarse sorprender; no ingenuamente, pero si en la confianza y más difícil aún, con fe en la humanidad.       
 

El favor no devuelto

      Personalmente, por mucho tiempo me sentía cómodo en la idea de que hay que ser tan racional como emocionalmente fuerte; y lo creo aún. Pero la fortaleza no es infinita y la razón se basa en el conocimiento y sentido común; entonces no se trata de negar lo que se siente, mucho menos anularlo; pues los sentimientos son bastante malos consejeros pero sin ellos, solo hay frío, quizás solo hay una innecesaria "nada".

Indiferente y distante, son los términos con los que bastantes de mis personas cercanas me podrían describir, y tienen razón. Poco o nada sabrían de mi historia, mis ideas o mi día a día a pesar de que en cambio, yo los pudiera entender y conocer, cuáles libros abiertos y de lectura muy clara. In equitativamente cómodo, diría yo.

Un día, por mera coincidencia; mmmh, no, coincidencia, definitivamente NO... ¡suerte! esa es la palabra correcta. Entonces, decía; por suerte, un día encontré a una persona que tenía la apertura emocional, la sensibilidad estable, las preguntas y respuestas correctas. De pronto me vi acorralado en el extremo al que siempre huí y sucedió. La persona sin un pasado desglosaba a episodios su historia. Aquel que no se abría a un halago, de pronto los agradecía sin sabotearlos y hasta los correspondía con satisfacción; de pronto el idioma afectivo y hasta los abrazos se sentían bien. La coraza era pesada, y duele retirarla de la piel de vez en vez, pero se necesita apreciar que el aire es más ligero y que hay luz afuera cuando no se lleva semejante carga encima.

No es un ejercicio de ir totalmente expuesto; al contrario. Hablo de selectivamente ceder y permitir. Aún si duele un poco y hasta mucho, aún si atemoriza un poco, aún cuando la aprensión y la ansiedad nos quieren dominar y hasta tienen demasiada ventaja, que dejas que en tu cabeza griten que no vale un intento.
La lucha contra el pequeño demonio en el oído hasta nos hará seguir los patrones odiosos de desgastarnos en atenciones, en satisfacer, en llenar un personaje para agradar a otros, anularnos y moderar nuestra real personalidad. Voces tan arraigadas que no dejan escuchar cuando ese otro te dice "detente y respira", "lo que eres es suficiente", "No te necesito (desgastar emocionalmente)".

Regresar a ese momento de mi vida, me es increíble aún. Ser desarmado sin herramientas, solo con la sorpresa y sin restarme el mérito, con la intención de permitirlo. Poco más que intimidante el verse abierto al fuego próximo; solo ante la promesa de que alguien más quiere estar cubriéndote y no solo vestirme en la expectativa que el escudo, era yo. 

De ello va esta mirada atrás, de recordar como me intentado llenar de herramientas para encontrar la tranquilidad, la paz; pero de reconocer a la felicidad, que si bien temporal y subjetiva, no llegaría si siempre estuviera bajo las capas.

Recordar, pensar y extrañar, a quién tiene ese don de aperturar corazas emocionales sin herramienta alguna; porque cambian mundos y si no, pues si cambian al menos el día de otros. A mi me cambiaron la vida, así que hablo con conocimiento de causa.

Es un poco triste aceptar que esta capacidad de tocar corazones es un don, y no se aprende en ningún lugar que yo haya conocido. Pienso, sería de las mejores habilidades que podría tener en mi, si pudiera.

Suena de super héroes, ¿no?, poder llegar con tus manos a levantar un rostro y asegurarle que por fin, está a salvo. Que se permita un salto de fe, que deje de tener miedo. No es necesario proteger la felicidad en capas, pues temer cuando eres feliz solo es dudar, ¡quisiera esa capacidad de dispersar las dudas!.. Esa heroica capacidad de proyectar confianza tan solo con una mirada, con una carcajada, con palabras desenfadas o solo ofreciendo mi hombro.

Que afortunados aquellos con el don de que sus manos lleguen como la luz en la oscuridad; con suerte, un día quisiera poder regresar ese favor.



Nos leemos pronto.

¡Bytes!

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